Hola Buz@s!!!
Tú ya sabes lo que es esto, preparas la botella, la compruebas, chequeas a tu compañero de burbujas, sonríes, y el agua se abre frente a ti como si Moisés hubiera dado la orden. Los peces dispuestos uno tras otro te hacen presagiar que donde te estás adentrando es en lo más profundo de ti mismo. Desinchas el chaleco, vuelves a comprobar los bares, 200 atm están muy bien, todo está correcto y la visibilidad, la visibilidad no importa cuando a tu alrededor hay vida por todas partes.
Tu compañero te mira, sonríe, ya estamos a 5 metros de profundidad, y sus burbujas cargadas de felicidad salen al encuentro de la superficie agradeciendo la inmensidad que cada día nos regala este perfecto planeta llamado Tierra.
Poco a poco, tu compensación relaja tus oídos y ni el moco más puñetero podría terminar con tu inmersión. Lo das todo, un viaje alrededor del mundo, un viaje de más de 24 horas para poder conseguir el nirvana subacuático, un viaje lleno de suspiros lanzados al cielo, suspiros llenos de amor, amor hacia el medio marino, hacia la naturaleza y hacia el ser humano, ese ser contaminado por el consumismo, sin tiempo para sí mismo, capaz de levantar pirámides y alzar castillos, y capaz de matar por un dios, un equipo de fútbol o un puñado de euros.
El azul, frente a tu máscara te hace olvidarlo todo, sólo tu compañero, binomio, tu burbujero ojeador y buscador de peces imposibles, es tu preocupación en ese momento. Y mientras tanto a pocos km de aquí, alguien es capaz de matar las pocas ballenas que nos quedan!!!
Tengo a grandes amigos en el frente, en la guerra, de corresponsales, de soldados, de capitanes de barcos, que entregan sus vidas a las ballenas, al planeta. Son gente con un corazón tan grande que cuando buceas con ellos sus burbujas tienen forma de corazón ¿Y cuánto cobran? Cobran todo y cobran nada, hacer algo para seguir viendo ballenas, delfines y tiburones vivos en el océano.
Poco a poco se empieza a divisar la silueta de esta gran mole, una mole cargada de vida hasta las trancas, señal de otra guerra tremenda que vivieron nuestros hermanos ranas, hace ya 70 años en la primera guerra mundial. Un submarino japonés, una orden desde arriba, sea donde fuera, un alto mando que bien seguro no tenía ni a un sólo hijo en aquella tragedia, manda torpedear un barco que ahora se encuentra bajo el agua, reposando a 30 metros de profundidad y que ahora se ha convertido en un lugar de peregrinación de todas las nacionalidades del mundo. Nacionalidades que un día estuvieron enfrentadas y ahora suspiran al mismo son.
Malditas guerras, malditos separatistas sean del color que sean.
La vida todo lo envuelve, hasta tal punto que tocar aquella máquina portadora de destrucción se convierte en un delito subacuático. La gran mayoría de los dive masters, para mi asombro, tienen un alto nivel de conciencia, protegiendo aquel pedacito de más de 120 metros de eslora. Un lugar donde se mira y no se toca.
Ella es dulce, sus movimientos sensuales, el azul la envuelve como aquel barco que una vez sirvió para la guerra, para separar, para matar, ahora se sirve de su belleza, como si de un fantasma salido de las tinieblas se tratase. Su vestido blanco, sus pies pequeños, su cuerpo danzarín, con movimientos ondulantes y su rostro asiático, me hace creer que es un fantasma del pasado, una sombra de la guerra. Pero no, de vez en cuando sonríe, mueve su vestido que ondula al son del mar, estamos a 20 metros de profundidad y no lleva máscara ni nada que la proteja de aquel lugar hostil.
Poco a poco mi máscara busca los parámetros correctos para poder inmortalizar el momento. Mis dedos no paran, rueda para aquí, rueda para allá, ya está, lo tengo, no se me escapará este precioso fantasma traído del más allá, hipnotizador, con su risa asiática, me llama, me invita a disparar una y otra vez, esta vez, sin producirle la más mínima herida, ni a ella ni al barco que reposa en el fondo del mar.
Liberty, este es el nombre del barco, nacido en los Estados Unidos. Su, es el nombre de ella, nacida en Corea del sur, país que está constantemente amenazado por Corea del norte, o eso es lo que nos venden los de siempre.
Busco la posición, mi respiración se relentiza, miro a mi alrededor, no quiero dañar ni una sola forma de vida de la que se ha envuelto aquella masa de hierro. Mis aletas reposan en el fondo, sin molestar a ningún ser, yo me preparo y empiezo a disparar. Todo sucede tan rápido que me parece un instante. La fotos dan fe de aquel momento.
De repente aquella apneista, envuelta en un traje de novia, se convierte en tortuga, es ella, ya la había visto antes, tranquila en la que ahora es su casa, sin apenas inmutarse por nuestra presencia, parece hacernos una señal, mira aquí Fran, estos son los peques del arrecife, los caballitos de mar pigmeos. Son adorables, mi corazón se conmueve, son como pequeños peluches de apenas un par de centímetros. La pena me hace suspirar, un dive master los molesta para enseñárselos a un cliente, que atónito me mira incrédulo, no lo toques, parece gritar la tortuga.
Son ya sesenta minutos de buceo y toca abandonar la inmersión, el ansia por hacer la última foto me lleva a apurar el aire hasta quedarme a 30 atm de presión, la profundidad es ya de 5 metros y empiezo a estirar el aire hasta alcanzar los setenta minutos. En un lugar así, salir con más de 30 atm de presión es como dejarse la comida en el plato. Quiero más, cambiar la botella, preparar el siguiente buceo y retirarme al fondo del mar, ese maravilloso lugar que tantas emociones me ha regalado.
Por ti mar de mi corazón, por ti daré mi vida, como aquellos amigos que se encuentran en los lugares mas inverosímiles del mundo, entregando las suyas a cambio de nada, de todo. Por ti mar eterno, por ti ser que todo lo sala, por ti hasta el final, trabajaré para no dar tregua a aquellos que quieren prostituirte por un puñado de monedas, sean del color que sean, vengan de donde vengan.
Te amo.
Buen buceo buzos.